El Mayor Trofeo

En el coto dónde mayoritariamente cazamos no suelen abundar las codornices, aun así, durante la media veda, hay oportunidades para que los perros entren en contacto con alguna africana, vayan asentando virtudes y cogiendo experiencia.

A pesar de la escasa densidad que albergan estos terrenos siempre hay un porcentaje de codornices sedentarias que permanecen por estos parajes durante todo el año, algunas en perdidos más o menos habituales y otras en zonas realmente sorprendentes por la cantidad de maleza o lo escarpado de alguna de ellas. Estas codornices nada tienen que ver con las de agosto, ni en el vuelo, ni en el comportamiento ni prácticamente en nada. Posiblemente la protagonista de estas líneas fuera una de estas. 

Cazar dónde las densidades son escasas no es la mejor alternativa para divertirte pero por otro lado te hace en muchos casos aguzar el ingenio, incluso favorece a que conozcas casi de primera mano a algún adversario de los que persigues…

De este tan digno rival ya conocíamos muchos datos después de habernos burlado ya en varias ocasiones. La zona dónde tenía su guarida albergaba alguna codorniz pero él siempre estaba independiente y en un punto muy concreto, justo en el centro de un perdido dónde había una franja más tupida. El primer día que cazamos esa zona (la pasada media veda de 2014) Cala lo bloqueo muy bien cargándose por arriba, yo estaba muy lejos de ella y a pesar de que la perra no se movió lo más mínimo, según me aproximaba, lo vi arrancarse a no menos de quince metros de ella. El segundo encuentro fue muy fugaz ya que nada más que entramos en la parcela lo vi cómo se levantaba y se perdía hacia el mismo barranco que el primer día.

Los dos días siguientes tocamos la zona por la mañana (los dos primeros fueron por la tarde), en ambas ocasiones no conseguimos verlo y las perras no dieron muestras de que por allí hubiera estado.

El día siguiente volvimos por la tarde, esta vez Bulla iba por delante. A los pocos metros de entrar en sus dominios se quedó de muestra, salieron dos codornices y le derribé una, me extrañó bastante que fuera él una de ellas porque siempre parecía estar sólo y justo en el punto del centro. Además, ningún de las dos había volado hacia dónde él siempre lo hacía pero podría ser. En esas estaba cuando Bulla me estaba entregando la codorniz y justo de la mitad de perdido arranco nuestro amigo; a partir de ese momento empezamos a tomárnoslo como un reto.

Desde luego se las sabía todas y no iba a ponerlo fácil, pero nosotros también contábamos con mucha información. Lugar exacto donde solía estar, parecía ser que no madrugaba y prefería estar en la zona por las tardes, siempre se dirigía hacia la misma dirección y en cuanto sentía algo raro se levantaba sin preguntar o si se sentía sorprendido por lo que vimos el primer día tampoco tenía problema para poner tierra de por medio.

En el siguiente encuentro fuimos con todas las cartas sobre la mesa. A media tarde entramos por su zona de huída a pesar de no coger bien el aire, sin hacer ruido y directos hacia el punto concreto dónde esperábamos sorprenderlo pero Cala falló. Al acabar de bajar del coche empezó muy fuerte, el llevar el aire “de culo” tampoco ayudaba, lo toco por debajo pero no lo bloqueo firmemente y a pesar de que salió a tiro no lo dispare (algo que con las codornices nunca hago si el trabajo del perro no ha sido perfecto). Aunque me dio rabia sobre todo porque la perra pudo haberlo hecho mejor, al menos esta vez lo sorprendimos y lo habíamos podido ver de cerca.

La siguiente vez que pasamos por allí ni rastro de él, era por la mañana, causalidades podríamos decir…

El desenlace final fué con Bulla como protagonista, por la tarde, como no podía ser de otra manera. Hicimos todo igual que el último día que lo habíamos visto pero esta vez el aire venía perfecto por la intensidad y por darnos completamente de cara. Bulla empezó a mover la parcela con mucho ritmo y estilo, con un ojo iba disfrutando de sus lazos, con el otro, en tensión, no perdía un detalle de lo que pudiera pasar en “el punto”.

En una pasada ya a una distancia más o menos próxima la perra levanta la nariz, reduce el ritmo, se enfoca, hasta que se acaba frenando completamente, una muestra preciosa y de mucha calidad. Voy corriendo a su altura y cuando llego empieza a guiar lenta hacia su izquierda, hasta que se bloquea otra vez. Vuelve a guiar pero esta vez más rápida y visiblemente nerviosa; se le está corriendo como una gacela, seguro! Yo ya camino rápido hacia la dirección que me marca la perra, durante unos metros voy delante de ella pero al poco tiempo me sobrepasa por mi derecha y se frena en seco de nuevo; está volviendo sobre sus pasos, que zorro! Tres zancadas más y el ya viejo conocido despega con fuerza a unos diez metros por delante de nosotros en dirección a su perdedero. Encaro todo lo rápido que puedo intentando al mismo tiempo mantener la calma (algo complicado por la tensión acumulada y por saber que no era una codorniz más), lo sigo y de un bonito disparo lo caigo al suelo. Bulla lo cobra de la mejor de las maneras finalizando así un lance a la altura que se merecía este tan digno rival.  

Espectacular macho, listo y astuto como pocos que vendió muy cara su derrota.